HABLEMOS DE HISTORIA ARGENTINA

 

Por Lic. Jorge Amaya

 

La propuesta es esta: Hablemos de Historia Argentina, debatamos, releamos con atención, permitiéndonos dudar sobre lo aprendido, búsquenos verdades entre la maraña temporal. Es probable que la historia que nos enseñan y tomamos como verdad irrefutable esté plagada de errores o de mentiras cometidas con el objetivo de convencer a las futuras generaciones que somos seres excepcionales y que nuestra aguda inteligencia y nuestro coraje inigualable nos han llevado a poseer la mejor nación del mundo. O puede ser, también, que quienes escribieron la historia hayan sido seres inobjetables y sólo hayan intentado contar verdades. Somos nosotros los que elegimos pero, propongo, hacerlo con argumentos sólidos.

 

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Mi idea es, en este ámbito, intercambiar información sobre la Historia del Peronismo de La Matanza; y así lo intentaremos en breve pero, para empezar, quiero ofrecerles algunas experiencias que tuve y me sorprendieron mientras me dedicaba a la noble tarea de la investigación histórica.

Hace unos veinte años que me dedico a estudiar la vida y las acciones políticas y militares del General San Martín. Por esto, cuando tuve que realizar mi Trabajo Final en la Facultad, elegí una etapa no muy conocida en la vida del “Santo de la Espada”, como suele nombrárselo. No importa tanto el ensayo escrito en esa oportunidad, sino algunas cuestiones que encontré en el camino. Por ejemplo, la que describo a continuación.

 

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Es sabido que a comienzos del siglo XVIII, el principal medio de transporte individual era el caballo; de aquí que los hombres de esos tiempos eran eximios jinetes y, los más destacados eran los soldados de caballería. Entre estos, nuestro General San Martín.

Hay historias que cuentan cómo se lucían los caballeros si su cabalgadura rodaba y ellos, dando una voltereta en el aire, caían parados y con las riendas en la mano. Eran verdaderos expertos en el arte de dominar, con natural elegancia, al noble equino.

 

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En mis eternas búsquedas hallé que siendo nuestro protagonista un oficial de caballería del ejército español y, en los tiempos, en que España se encontraba en guerra contra las fuerzas de Napoleón tuvo una destacada actuación por la que fue condecorado por su valentía y arrojo.

Era el 23 de junio de 1808 y el cuerpo de caballería español al mando del Teniente Coronel Juan de la Cruz Mourgeón se encontraba en la zona conocida como Arjonilla, al sur de la península. Uno de sus oficiales era el capitán José de San Martín; y es quien da aviso que se encuentra una descubierta de los enemigos. Mourgeón ordena que se los ataque pero los franceses comienzan la retirada seguros que veintiún jinetes españoles no iban a atacar a tan numeroso batallón francés.

 

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San Martín, al mando de la vanguardia, opta por tomarlos por sorpresa y los ataca infringiéndoles innumerables bajas y provocando la huida del enemigo.

El caso es que, en el fragor de la batalla, el propio San Martín es atacado y cae de su cabalgadura y el pobre animal lo aprieta contra el suelo. Los soldados franceses se acercan para acabar con la vida del oficial caído pero, de la nada, aparece un español aguerrido de los Húsares de Olivencia, llamado Juan de Dios, y lucha cuerpo a cuerpo contra los atacantes y salva a San Martín de una muerte segura. Por fin, otro soldado le pasa su caballo al oficial y, éste se retira triunfante.

Lo que acabo de relatar no es ningún invento pues hasta existe un monumento en Arjonilla, España, recordando al valeroso Húsar Juan de Dios.

Cabe preguntarle al lector si le resulta conocida la escena descripta en la lejana Andalucía. Pues a mí, me resultó una viva imagen del histórico hecho sucedido en la batalla de San Lorenzo y, cuyo protagonista fue el heroico sargento Juan Bautista Cabral.

 

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La verdad, es que pensé que, de por sí, era un hecho llamativo que un jinete experto como José de San Martín fuera atrapado dos veces en plena batalla por su cabalgadura y corriera el riesgo de ser asesinado por soldados enemigos y que un valiente subordinado le salve la vida.

Entonces me dispuse a averiguar de dónde había salido esta historia y, descubrí que había sido de la hábil pluma de Bartolomé Mitre en su reconocida obra “Historia de San Martín y de la Emancipación Americana”. Lo llamativo era que don Bartolo no hace mención a la batalla de Arjonilla, lo que no hacía más que acrecentar mi curiosidad.

 

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Decidí buscar lo que en investigación histórica se denomina “Documentos Primarios”, es decir, escritos que no hayan salido de un historiador que interpreta sino que sean documentos escritos contemporáneamente al hecho que se estudia. Encontré dos: 1) el Parte de Guerra de la batalla de San Lorenzo firmado por San Martín; y, 2) el relato pormenorizado de la batalla escrito por un inglés, John Parish Robertson, que observó la batalla desde la cúpula del convento de San Carlos.

El Parte de Guerra no hace mención alguna a la caída del caballo del jefe militar o del riesgo de haber perdido la vida en batalla don José de San Martín. Sí, menciona con honra al soldado Juan Bautista Cabral y reproduce sus últimas palabras antes de morir.

 

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Por fin, el relato de John Parish Robertson, el observador privilegiado, no hace ninguna mención a la caída del caballo del jefe militar.

No puedo decir que esta pequeña investigación esté cerrada ni sus conclusiones sean determinantes, pero, es probable que Bartolomé Mitre haya sido un constructor de la historia según sus propios intereses ideológicos y políticos. Es probable, también, que nuestra historia oficial, la que aún nos enseñan en las escuelas, esté plagada de incorrecciones cometidas ex profeso. Por no decir, mentiras.