CONDUCIENDO A MISS VERO

 

Por Prof. Joaquín G. Puebla

 

Driving Miss Daisy (conocida en español como Paseando o Conduciendo a Miss Daisy) es una película estadounidense de 1989 producida por la Warner Brothers y adaptada de la obra de Alfred Uhry Driving Miss Daisy. La película fue dirigida por Bruce Beresford con Morgan Freeman y Jessica Tandy en los papeles protagonistas. La historia define a la señora Daisy y su punto de vista a través de una red de relaciones y emociones que se desarrollan en su casa, en la sinagoga, entre sus amigos y familiares, temores y preocupaciones.

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El chófer Hoke rara vez se ve fuera de la presencia de la señora Daisy, aunque el título implica que la historia es contada desde su perspectiva. La película fue ganadora del premio de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas a mejor película en 1990.

 

Últimamente muy pocos políticos discuten ideas, otros hablan de poder pero, la mayoría, solo hablan de cargos.

 

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Los que discuten ideas y políticas pueden generar consensos que, posiblemente, sean útiles para aquellos que van en la búsqueda del poder porque estás ideas suelen utilizarse como hoja de ruta para enriquecer un debate; y están los políticos que únicamente y obsesivamente son eternos candidatos a cualquier cargo o candidaturas, estos son los que tienen el corto vuelo de un pollito. Los candidatos eternos a cualquier cargo ambicionan lo que no tienen y no valoran ni cuidan lo que tienen.

La ambición no es mala en política pero sin un objetivo claro esa ambición es un limitante para el crecimiento político porque no le permite, a ese político, ver más allá de sus inmediatas ambiciones.

 

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La carrera hacia el poder es una sutil mezcla de cuidada planificación, pragmatismo, suerte e improvisación (parece contradictorio pero es así, en otra nota ahondaremos en el tema).

Hay candidatos/as y candidatos/as y cada elección es muy diferente a la anterior. En nuestra joven democracia el elector no tiene una agenda definida, ni siquiera (en su gran mayoría) ante la cercanía de un acto eleccionario. Lamentablemente la mayoría de los electores votan candidatos no ideas ni objetivos de gobierno.

 

LOS BACHES POLÍTICOS Y LA IMPOSIBILIDAD DE TRANSITAR ALGUNOS CAMINOS

 

El Diputado nacional Fernando Espinoza es el indiscutible conductor político del oficialismo matancero (no del peronismo). La Intendente Verónica Magario se deja conducir, siendo la primera conducida del distrito pero no es la segunda al mando y, aún menos, al gobierno.

 

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A Magario nunca le interesó mucho la gestión pero se aprovechó de la misma para enfrentarse a Vidal desde los medios de comunicación.

La falta de compromiso de Magario con la gestión y el desinterés de Espinoza ocasionaron un grave párate en la administración municipal.

 

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Para ser sincero debemos decir que está situación no es nueva porque comenzó allá por el 2011, cuando Don Fernando, de la mano de Cristina Fernández de Kirchner, fue reelecto como Intendente con más de 40% de ventaja sobre el segundo. Parece que eso lo obnubiló porque inmediatamente lanzó su candidatura a Gobernador bonaerense para las elecciones del 2015. Desde ahí ni Don Fernando ni “La Magario” dejaron de estar en campaña, porque tanto uno como otro fueron candidatos en todas las elecciones hasta 2019.

Los políticos que discuten ideas suelen llegar a conclusiones interesantes, esas ideas ser utilizadas por los políticos que discuten el poder para, a su vez, digitar o direccionar a los políticos que solo discuten candidaturas.

 

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Espinoza, desde el 2011, solo discute candidaturas y, “La Magario” le va a la saga. Esto es lo incomprensible porque es hija de un dirigente político que discute poder, como lo hace Raúl “Papá” Magario. Magario padre discute poder y “La Nena” solo candidaturas. Podríamos entender esta sin razón en Don Espinoza porque su guía político (Alberto Balestrini) se le fue cuando más lo necesitaba y no pudo enseñarle la discusión del poder.

En función de la dimensión política de La Matanza algunos políticos experimentados intentaron sentar a Don Fernando en la mesa dónde se discute el poder pero las luces de las cámaras de TV y los flashes de los reporteros gráficos lo confundieron y, si a eso, le sumamos la mala política de comunicación de Alejandra Rafuls dueña de la agencia AR & ASOC. S. A., provocaron que lo sacaran de dicha mesa. Rafuls lo convenció que el camino al poder pasaba por una enorme exposición en los medios de comunicación.

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Ser candidato no implica tener poder. Ser electo y asumir el cargo tampoco asegura acceder al poder; ahí la tenemos a la Intendente Verónica Magario como un claro ejemplo dado que ella siempre tuvo un poder acotado, todas sus decisiones siempre están y estuvieron ad referéndum de la aprobación de Fernando Espinoza; ni siquiera tiene la autonomía de rajar a un funcionario sin pedir permiso.

 

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Espinoza tiene y ejerce el poder en La Matanza (cuando anda por el pueblo) y tiene influencia sobre unos pocos Intendentes del conurbano en función de algunos “favores” otorgados y recibidos; pero ese poder no lo ha utilizado para discutir poder, muy al contrario, lo utilizó para discutir candidaturas pero esas candidaturas no le han servido para acrecentar su figura más allá de los límites del distrito.

 

LA AUSENCIA DE ALBERTO

 

La enfermedad y posterior fallecimiento de Alberto Balestrini significó un durísimo golpe (entre otras cuestiones) para la política matancera; porque Balestrini era un político que discutía y manejaba poder.

 

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Cuando discutía poder no mezclaba la hacienda, cuando ejercía el poder lo hacía de tal manera que evitaba dejar heridas cruentas o resentimientos profundos e inolvidables.

Alberto Balestrini era el conductor de Fernando Espinoza, fue su mentor, su respaldo, su hombre de consulta.

Su desaparición física (más allá de lo afectivo y personal) fue un enorme golpe político para Fernando Espinoza porque se quedó sin referencia política, sin el hombre que negociaba en nombre del distrito y de él en otras esferas.

El ACV de Balestrini lo obligó a Espinoza a asumir la conducción política de La Matanza y, para poder ejercerla, tuvo que aunar voluntades muy dispares sin una hoja de ruta clara que lo ayudase en esas tempranas discusiones.

 

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Espinoza se equivocó desde el principio porque confundió acuerdo con cargos, poder con candidaturas, unidad con uniformidad. En su afán de tenerlos a todos con los pies dentro del plato construyó una enorme estructura burocrática en el municipio para contener a todos los sectores del oficialismo local pero, su desconfianza innata le jugó una mala pasada porque sembró la inseguridad en su persona. Esa inseguridad le hizo concebir un plan estratégico que termino inmovilizando la gestión pública en el distrito y el accionar político de los dirigentes y militantes del peronismo local.

 

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Nadie hizo más nada sin su expresa autorización y, por esa época (allá por el 2011) comenzó a andar poco por La Matanza y se volvió inaccesible para los dirigentes y los militantes del oficialismo. Como había que pedir permiso pero no había a quién pedirle ese permiso, nadie hacía nada; ante esto la modorra y el desinterés se hizo carne y la “Grieta Matancera”, entre la conducción y la militancia, se ensanchó tanto que tornó casi imposible todo intento de acercamiento.

 

Continuará… “VERO: LA ARQUITECTA DE LA GRIETA”