PIRATERÍA Y FUGA DE CAPITALES

 

Por Lic. Jorge Amaya

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Todos sabemos que, en nuestros días, se está produciendo un enorme desfalco a nuestro país. El endeudamiento contraído por el gobierno nacional, condena a todos los argentinos a pagar compromisos con el extranjero durante muchos años.

Por un lado ingresan miles de millones de dólares a la Argentina tomados como préstamos, principalmente, del Fondo Monetario Internacional; y, por otro, se está produciendo la más fenomenal ‘Fuga de Divisas’ al exterior donde empresas, bancos y particulares, se llevan miles de millones de dólares.

 

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Lamentablemente, este saqueo que estamos sufriendo los argentinos, quizás, sea el más importante por las colosales cifras en dólares pero, como bien sabemos, no ha sido el único.

Desde la escuela primaria nos enseñan que en nuestra valiosa historia hemos tenido, principalmente, héroes; cosa que sería muy buena, pero, siempre existen contrapesos y, también, hemos tenido villanos o, mejor dicho, hombres que privilegiaron el interés personal por sobre el futuro del conjunto.

 

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Por allá, por el año 1806, los ingleses, al mando del general William Carr Beresford, invadieron el Río de la Plata, llegaron a la ciudad de Buenos Aires y tomaron el Fuerte donde gobernaba el virrey Rafael de Sobremonte. Se sabe que, luego de unas semanas, se organizó la Reconquista de la ciudad y los pobres ingleses, ante la valentía de los noveles ejércitos nacionales no tuvieron más opción que rendirse. Hasta aquí está todo bien, sin entrar en terrenos de política internacional o las causas y consecuencias de la invasión inglesa a Buenos Aires.

 

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El caso es que el jefe inglés, habiendo tomado la ciudad, exige, entre otras cosas, al virrey Sobremonte que entregue el tesoro de la ciudad. Lo que no sabía don William, es que los caudales, el virrey y su familia ya iban camino a la ciudad de Córdoba, donde, se suponía, todos iban a estar a buen resguardo. Beresford, no perdió su tiempo, y envió al capitán Arbuthnot del Regimiento 20 de Dragones Ligero, para perseguir y obtener los caudales que iban camino a Córdoba.

 

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Con el apoyo de los Tenientes Graham y Murray y una escolta de treinta soldados del Regimiento 71 “Highlanders”, alcanzan a Sobremonte y compañía a la altura de Luján y emprenden un rápido regreso, con prófugos y tesoro, a Buenos Aires.

 

Tesoro

 

Las ocho carretas repletas de monedas de oro y plata fueron, inmediatamente, cargadas a bordo de la fragata inglesa Narcissus, al mando del capitán Donelly, quien, al tiempo, dispuso la carga en puerto inglés. Cada carreta cargaba cinco toneladas de monedas y fueron ingresadas al Banco de Londres, acompañadas por un batallón de caballería y con una multitud que saltaba y gritaba de alegría por el logro conseguido por su ejército.

 

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Pero, claro, cualquier persona se preguntará qué sucedió con el general Beresford. Luego de la rendición fue detenido y conducido a la Villa de Luján, y sus oficiales y soldados fueron enviados a diferentes provincias del interior del país para evitar cualquier tipo de rebeldía o conspiración.

Poco tiempo después, los ingleses invaden Montevideo y, para mayor seguridad, el Cabildo decide enviar a los prisioneros a Catamarca en forma urgente. Los oficiales ingleses prisioneros eran ocho, incluido Beresford, acompañados por cuatro mujeres, con dos niños y quince criados.

A cargo de la custodia, se designó al Capitán de Blandengues Manuel Luciano Martínez de Fontes, quien llevó consigo una tropa de diecisiete hombres entre suboficiales y soldados.

El 12 de febrero de 1807 los baqueanos en su marcha, eligen para acampar la Estancia Grande de los Padres Betlemitas, próxima a Arrecifes, y a unas cuarenta leguas de Buenos Aires.

Pero algo estaba sucediendo en otros escenarios.

 

SATURNINO RODRIGUEZ PEÑA

 

Como todos sabemos, depuesto el virrey Sobremonte es nombrado como nuevo virrey el francés Santiago de Liniers, de destacada actuación en la Reconquista. El ayudante, y hombre de confianza, de Liniers, era Saturnino Rodríguez Peña.

Por razones que, serían largas de enumerar, y que no suelen ser tenidas en cuenta en la enseñanza de nuestra historia, el 16 de febrero de 1807 se presentan en la estancia de los padres Betlemitas, los señores Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla en representación del Cabildo de Buenos Aires, para solicitar la entrega del general prisionero y otro oficial, pues ambos, dicen, serían conducidos por ellos mismos frente a las autoridades de la ciudad.

Manuel Padilla era un hombre desconocido, pero no así Rodríguez Peña (hermano de Nicolás, quien años después integraría el Segundo Triunvirato); por lo que las órdenes fueron acatadas y se realizó la entrega de los prisioneros Beresford y el coronel Dennis Pack.

 

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Desde allí, los prófugos y sus salvadores cabalgaron hasta Buenos Aires donde pudieron mantenerse escondidos y sin ser descubiertos, hasta que la noche del 21 de febrero lograron subir al lanchón de la balandra portuguesa ‘Flor del Cabo’, la que los condujo a Ensenada donde los esperaba la corbeta de la marina de guerra inglesa “Charwell”, la que se hizo a la vela de inmediato.

 

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Queda por decir, que tanto Rodríguez Peña como Manuel Padilla fueron premiados por el gobierno inglés con una pensión de mil quinientas libras de por vida. Les dejo a quienes lean estas líneas las incertidumbres, sospechas e intrigas generadas.

Y, como me gusta decir: Dejemos, entonces, libres nuestras cabezas.