Los de bromatología protegen a la mafia china.

4 - Prof. Joaquín G. PueblaPablo M. tiene 25 años, es de complexión robusta (en realidad tirando a ropero), no termino sus estudios secundarios y durante cinco largos años trabajó en un supermercado chino de la zona de Lomas del Mirador.

Pablo M. fue testigo de varios hechos particulares y algunos le llamaron mucho la atención. Pablo M. duro tanto en su trabajo por varios motivos, en primer lugar, entendía bien a sus jefes Li Xuxang, Wu Qingyung, Wu Jianhua y Ne Huifen; todos ellos hablaban deficientemente el castellano; en segundo lugar, era bastante robusto, de cara de malo y servía, en alguna medida, como protección.

Pablo M. no tenía un mal sueldo, pero trabaja muchas horas por día, incluso los sábados. El domingo descansaba. “No era un mal laburo, pero eran muchas horas y a la larga eso te desgasta” nos comenta Pablo M.

Hacia de todo en el supermercado chino, menos la caja, acomodaba mercadería, ordenaba el depósito, atendía la fiambrería, pocas veces limpiaba, pero tantas horas hacia el trabajo agotador y se volvía monótono.

“Una vez al mes acompañaba a alguno de los chinos a una casa en la calle Bach al 5700, ellos llevaban una bolsa con dinero y algunos piezas de fiambre; yo iba como culata, por si las moscas” relata Pablo M. y agrega que “Una vez me dijeron que era la casa de la mujer que manejaba bromatología ó algo así, lo cierto es que nunca fue un inspector de nada al supermercado, pero de haber ido, se hubieran llevado una sorpresa de aquellas”.

Pablo M. sostiene que “En el depósito había ratas, enormes ratas; yo les tengo pánico a esos bichos, cada vez que tenía que entrar al depósito prendía la luz y hacia un ruido infernal y lo hacia con un palo con un clavo en la punta para darles en el lomo a esos bichos asquerosos. Estaban por todos lados, mordisqueaban todo, los envoltorios de la harina, el azúcar, los paquetes de galletitas, hasta el jabón se zampaban las malditas, Más de una vez, los chinos vendían los paquetes de harina al que nos traía el pan, porque estaban tan masticados que no se podían vender. Me dio tanto asco las cosas que vi que en casa vamos al Coto, ni siquiera la bebida compramos en el chino de la esquina de casa”.

Con Pablo M. me encontré en dos oportunidades, en una me contó algunas cosas y quedamos en seguir hablando. En nuestro segundo encuentro, meses después del primero, me llevé una gran sorpresa porque Pablo M. estaba golpeado y tenía fracturado los dos brazos, no uno sino los dos brazos.

Alarmado le pregunté que había pasado, me imagine que había chocado con el ciclomotor que él tenía, pero la realidad siempre te reserva una sorpresa, a Pablo M. lo habían asaltado cuatro matones y lo único que se llevaron fue su celular.

 

Ratas en la heladera

 

Pablo M. los sábados al cerrar se encargaba de limpiar y acomodar la fiambrería del supermercado chino donde trabajaba. Los fiambres y quesos del mismo los sacaba de la heladera exhibidora y los ponían en una heladera (de las llamadas carniceras) que estaba en el depósito. Un lunes, al volver al trabajo (recuerden que lo domingos no trabajaba), comienza a ordenar la fiambrería para comenzar a trabajar, cuando abre la heladera donde guardaban los fiambres y otras cosas (leche, yogurt, quesos, tapas de empanadas, manteca, etc.) se encuentra con el espeluznante hallazgo que terminaría con su carrera el supermercado chino y, a la larga, sería el causal de sus golpes y fracturas. En la heladera había 5 (cinco) ratas congeladas.

Pablo M. explica que “Al guardar los fiambres y demás cosas en la heladera grande, cada vez que voy abro y dejo cerrada la puerta, parece ser que el chino que guardó todo el domingo dejó la puerta abierta en cada viaje con cosas y se fueron metiendo esos bichos. Cuando abrí al otro día me quería morir, al principio vi solo una pero me puse a revisar y encontré 5 (cinco) ratas duras de frío, a una la remate de un palazo porque todavía se movía. Habían estado toda la noche adentro de la heladera comiendo los fiambres y los quesos. Los chinos cuando los llamé vinieron a ver y se reían a carcajadas, agarraron los fiambres y les cortaron las marcas de los dientes y los pusieron a la venta. Yo saque las ratas y las puse en una pila y les saque una foto con el celular. No sé porqué lo hice, me pareció que tenía que hacerlo”.

Un mes después, a Pablo M. lo mordió una rata en el depósito. Pablo M. nos cuenta que “Un mes y pico después de eso, pusimos cebo para matar las ratas porque ya se paseaban a la luz del día en medio del negocio. El cebo mató un montón pero no a todas, por eso el chino me pidió que pusiéramos cinta de embalaje dada vuelta en el piso para que las ratas se quedasen pegadas; lo puse y al otro día había varias vivas pero pegadas a la cinta. Las  mataba de un palazo y las tiraba en una bolsa, en una de esas, una de las ratas estaba media viva y cuando levante la cinta del piso me mordió apenas en el dorso de la mano (muestra la pequeña cicatriz que le dejó el mordiscón). Ahí nomás me fui a la salita para que me viera un médico y este me mando al antirrábico con una nota para que me pusieran una vacuna. Me fui al del Parque Centenario porque lo conozco y durante diez días tuve que ir a que me vacunaran. Cuando volví a trabajar, los chinos no quisieron dejarme entrar y me dijeron que me vaya, porque había faltado muchos días. Como estaba en negro no querían pagarme nada, ni siquiera los días del mes que había trabajado. Me fui a ver un abogado del barrio y le mandamos una carta documento diciéndoles que le iba hacer juicio. Me llamaron y me dijeron que vaya dos días después, me fui sólo y nos pusimos hablar en la vereda con Li Xuxang, uno de los dueños y que tomaba casi todas las decisiones. Me decía que no entendía que quería y termino ofreciéndome menos de la mitad de lo que reclamaba; como veía que venía duro el tema, saque el celular y le mostré la foto. Primero se sorprendió y luego se rió y me dijo: Nosotros pagar a bromatología, no tener problemas”.

Pablo M. cobró parte de lo que le debían, pero un mes después de eso, una noche lo asaltaron y lo único que le robaron fue su celular y eso que tenía bastante dinero encima porque iba a salir. La foto de las ratas se fue con el celular pero Pablo M. la había bajado en su PC para mandársela a un amigo por facebook y es la foto que ilustra esta nota.

“Mira a mi parece que el chino le iba a pagar todos los meses a alguien de bromatología a la calle Bach al 5700, cerca de Crovara y Cristianía y lo sé, porque lo acompañé varias veces porque me dijo que llevaba plata. Estos tipos son mafiosos, compraban mercadería que venía sin boleta y nunca, pero nunca vino un inspector a inspeccionar el negocio, yo antes había trabajado en una granja y venían a cada rato; para mi los de bromatología protegen a la mafia china”.

 

Datos que concuerdan

 

El supermercado del que hablamos pertenece a la cadena de supermercados “Luna”, “clientes” de Andrea Freites, quién es empleada administrativa y secretaría del Director de Bromatología, Dr. Carlos Arrastía.

Andrea Freites vive en la calle J. S. Bach al 5700 (tenemos la dirección completa y rubricada por Pablo M., quién nos acompañó al lugar e identifico la vivienda) y su número de teléfono 4457 – 7… coincide con el domicilio en cuestión.

Amigos lectores saquen sus propias conclusiones.