Calle Florida, túnel de flores podridas.
Y el pobrerío se quedó sin madre llorando entre faroles sin crespones.
Llorando en cueros, para siempre, solos.
Sombríos machos de corbata negra sufrían rencorosos por decreto y el órgano por Radio del Estado hizo durar a Dios un mes o dos.
Buenos Aires de niebla y de silencio.
El Barrio Norte tras las celosías encargaba a París rayos de sol.
La cola interminable para verla y los que maldecían por si acaso no vayan esos cabecitas negras a bienaventurar a una cualquiera.
Flores podridas para Cleopatra.
Y los grasitas con el corazón rajado, rajado en serio. Huérfanos. Silencio.
Calles de invierno donde nadie pregona El Líder, Democracia, La Razón.
Y Antonio Tormo calla “amémonos”.
Un vendaval de luto obligatorio.
Escarapelas con coágulos negros.
El siglo nunca vio muerte más muerte.
Pobrecitos rubíes, esmeraldas, visones ofrendados por el pueblo, sandalias de oro, sedas virreinales, vacías, arrumbadas en la noche.
Y el odio entre paréntesis, rumiando venganza en sótanos y con picana.
Y el amor y el dolor que eran de veras gimiendo en el cordón de la vereda.
Lágrimas enjuagadas con harapos, Madrecita de los Desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lágrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada más que un gran castigo.
Se pintó la República de negro mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para los gorilas pero eso sí, solísima en la muerte.
Poema “Eva”, que María Elena Walsh dedicó a Eva Perón y que aparece en el volumen “Canciones contra el mal de ojo” (1976).
http://ratitoreflexion.blogspot.com/2011/01/legado-de-una-grande-otra-poema-eva.html