UN HOMBRE COMÚN Y SOLIDARIO

 

Por Prof. Joaquín G. Puebla

 

Obviamente nunca hubiese querido escribir esta nota.

La verdadera dimensión de la vida de una persona la da la gente, los vecinos, los compañeros, aquellas personas que lo conocieron en trances difíciles o no; es decir, el testimonio que manifiesta la gente común cuando esa persona nos deja. Hay muchos que hablan de vacío pero, personalmente, considero que el vacío es cuando nadie recuerda a una persona.

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No es el caso de Rubén Pellicciotti, el tano loco del Comedor Comunitario “La Pulguita” que desde La Tablada dejó una marca indeleble en los corazones de todos aquellos que lo conocieron.

Pellicciotti dejó de sufrir pero no se fue, está presente en el corazón de cada uno que ayudó. Desde su fallecimiento es conmovedor ver y sentir la enorme cantidad de mensajes de compañeros, de amigos, de gente común que les impacto enterarse de su deceso. Innumerables mensajes y llamados de la gente expresando bronca, estupor, dolor, respeto y todos esos sentimientos que surgen y se expresan ante la pérdida irreparable de un ser querido.

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Rubén “era un ser querido” para cientos de matanceros porque más allá de haber nacido y vivido en La Tablada su gesta solidaria trascendió las fronteras de su localidad y de su distrito.

Rubén Pellicciotti le dio vida al pensamiento de Evita: “Donde hay una necesidad hay un derecho” y, aún antes de tener un rol en el estado, salió a contener y ayudar en la necesidad a cientos de vecinos, compañeros, amigos y gente común que veía el cartel del Comedor Comunitario “La Pulguita” y entraba a pedir ayuda, desde un remedio o alimentos hasta costosas prótesis o una simple consulta. La puerta siempre estaba abierta y Rubén Pellicciotti, el tano loco de Tablada te recibía con un mate en la mano y, expresando en los hechos concretos, el significado de la frase de Evita.

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Rubén era pobre, más allá de tener su casa (heredad de sus padres) y un vehículo, vivía, junto a su mujer Lucy y su hijo Gaby, modestamente de su sueldo municipal y, como todo municipal matancero, estaba abrumado por las deudas. En estás pocas palabras creo haber podido resumir la grandeza de su trabajo social y, también, la grandeza de su persona.

A Rubén Pellicciotti me lo presentó otro entrañable amigo y hermano de la vida, el “Loco Ringo” Bastianone hasta el día de hoy desaparecido (en todo el amplio sentido de la palabra), allá por los finales de los ’90 cuando comenzaba a arreciar la crisis que se desencadenaría hacia el 2001.

Poco a poco fuimos construyendo una amistad sólida, solidaria, sin agachadas ni falsedades. Al ser ambos de carácter fuerte (él con su tanada y yo por mi carácter de mierda sin explicación ni justificación de alguna ascendencia) tuvimos nuestros enojos silenciosos dado que cuando ocurría algún cortocircuito, sin discusiones ni nada parecido, nos desconectábamos por un tiempo para luego reiniciar el trasto sin rencores ni humores incomodos.

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Como amigo y como periodista fui testigo de innumerables “Milagros” de Rubén porque Pellicciotti era “Milagrero” y su magia nacía de su corazón. Desde su diminuto Comedor Comunitario, sin un peso ni para puchos lo he visto conseguir tratamientos médicos, remedios, prótesis y un sinfín de cosas que costaban una fortuna; sin mencionar que en ese diminuto espacio le daban la copa de leche a 300 pibes del barrio y de comer a más de 250 familias. Había días que hacia eso sin un peso en el bolsillo. No puedo cuantificar la cantidad de veces que nos prestábamos mutuamente miserables pesos para ir apechugando. Hoy le daba yo o me daba él y mañana nos devolvíamos y los volvíamos a prestar. Hubo una vez que tuvimos dando vuelta el mismo billete de 20 mangos como dos semanas.

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¿Cuántas veces vi su comedor lleno de gente desde bien temprano por la mañana hasta bien entrada la noche? Y él siempre estaba al pie del cañón; 12, 14 o 16 horas de trabajo diario, no importaba porque lo importante era asistir al necesitado, amigo o desconocido. Muchas veces gente de pasada se quedaba todo el día porque necesitaban estar con alguien, tomar unos mates o contar su historia y dolores y, Rubén estaba para escucharlos, para aconsejarlos o, simplemente, para cebarles esos terribles mates que hacía.

El Comedor Comunitario “La Pulguita” era chico, en su espacio físico, pero con una enorme capacidad de trabajo. Una vez, antes de un festival para el día del Niño la vi (literalmente hablando y de esto es testigo Oscar Nievas dirigente mercantil y del peronismo matancero) llena de juguetes hasta el techo. Ese día más de tres mil pibes se llevaron un juguete para su casa luego de disfrutar de una tarde de alegría, juegos, regalos, panchos y números musicales.

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A Rubén Pellicciotti su actividad solidaria lo llevó a la política pero la política no fue generosa con él, ni siquiera justa o reciproca porque el fervor y el despliegue militante que demostró muy pocas veces lo he visto en la política matancera. Le vi organizar actos en la puerta de su Unidad Básica donde asistieron 200 personas hasta un monumental acto de 5 mil asistentes. Recuerdo su primer acto político: una hora antes del inicio del mismo no había nadie, ni siquiera estaban sus colaboradores más cercanos. Rubén Pellicciotti paseaba de un lado a otro devorando cigarrillos y rumiando puteadas. Estaba tan nervioso que medio lo obligué que fuésemos hasta un bar cercanos a tomar un par de copas para bajarle la ansiedad y los nervios. A la hora señalada volvimos a la Unidad Básica y la calle Ocampo estaba abarrotada de gente, dos o tres cuadras de vecinos que habían ido llegando con sus sillas y banquitos para ir esperando tranquilos el inicio del mismo.

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Rubén Pellicciotti fue, es y será siempre mi amigo. Hoy nos dejó físicamente pero siempre lo tendré cerquita porque este Tano Loco de Tablada no va a dejarme nunca, siempre estará en mí su: ¡!!Hola Gaby¡¡¡ para después invitarme a prenderme en alguna locura o milagro que tiene entre manos.

Sepan disculpar, amigos lectores, estas digresiones sentimentales pero un hermano de la vida se me quedó dormido y no puedo evitar recordarlo con cariño y admiración.